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lunes, 18 de agosto de 2008

HABLEMOS DEL CORAZÓN





Dice el capítulo 30 A del “Libro de los Muertos” de los antiguos egipcios:

“Fórmula para impedir que el corazón del difunto N. se oponga a él mismo en el Más Allá”

Que diga (el difunto, al llegar a la Sala de Maat, donde habrá de ser juzgado en presencia de Osiris, la divinidad del Inframundo):

“¡Oh mi corazón (proveniente) de mi madre, oh mi corazón (proveniente) de mi madre, oh víscera de mi corazón de mi existencia terrenal! ¡No levantéis falsos testimonios contra mí en el juicio, ante los Señores de los bienes! ¡No digáis a propósito de mí: “Hizo aquello, en verdad” con respecto a lo que hice; no os levantéis contra mí delante del Gran Dios, Señor del Occidente!

¡Salve a ti, corazón mío! ¡Salve a ti, víscera de mi corazón! ¡Salve a vosotras, entrañas mías! ¡Salve a vosotros, dioses preeminentes, portadores de majestuosos penachos, cuyo poder radica en vuestros cetros! Anunciadme a Re, recomendadme a Nehebkau cuando llegue al Occidente del cielo.

¡Que sea durable sobre la tierra, que yo no muera en el Occidente, que sea allí un bienaventurado”


ACLARACIONES
-El ba (alma) del difunto, tras atravesar con éxito el Inframundo y haber sido purificado, accedía, al fin, a la Sala de la Doble Maat, en donde habría de ser juzgado en presencia de Osiris, acompañado de Isis, Neftis y otras divinidades.

-En algunas de las ilustraciones del “Libro de los Muertos” se ve que en uno de los platos de la balanza está colocado el difunto y en el otro, su propio corazón.

-Para que el resultado del juicio fuese favorable al alma era necesario que el hombre, en su vida, hubiese actuado de acuerdo con lo establecido por su corazón, órgano en el que reposaba la idea de lo que es verdadero y justo (es decir, símbolo en el hombre de Maat, la diosa de lo justo y del equilibrio en el cosmos).

-Vemos en este conjuro que el alma pide a su propio corazón que no levante falsos testimonios contra ella, ya que en ese caso sería aniquilada y no alcanzaría la vida eterna.

-Nos llama la atención la frase que dice literalmente: “¡No digáis a propósito de mi: “Hizo aquello, en verdad” con respecto a lo que hice…” Con esta frase parece que el alma está suplicando a su corazón que no la delate ante el Gran Dios (Osiris), que no informe de que cometió alguna concreta falta o pecado en su vida. Se está suplicando que no se diga al tribunal que el difunto hizo tal cosa, entendemos que pecaminosa.

-En decir, en esta formula del capítulo 30 A (existe otra fórmula diferente a aplicar en otras circunstancias, la denominada 30 B), el difunto le hace a su corazón dos peticiones distintas: de un lado, que no levante falso testimonio contra él; de otro, que no lo delate por aquel pecado que cometió.

-Más adelante, el difunto saluda e invoca tanto a sus propias entrañas como a los cuatro dioses de majestuosos penachos. Estas divinidades eran los cuatro hijos de Horus: Ansit, Hapy, Duamutef y Qebehsenuf, bajo cuya protección se colocaban determinadas vísceras del cadáver del difunto en el momento de la momificación.

-Todo parece sugerir que el difunto piensa que tanto su propio corazón, como sus entrañas y los dioses que presiden la actuación terrenal de esas entrañas, son de alguna manera responsables de sus actos, y por tanto son también responsables de aquella falta o pecado que cometió, acerca de la cual pide a su corazón que no le delate en este momento trascendental.

-En suma, el corazón –suplica el hombre- debe callar acerca de algo negativo que sabe que el hombre hizo en su vida, para que su alma no sea ahora condenada a la aniquilación en el Juicio de Osiris.

Es decir, que el alma del difunto no pide perdón ni manifiesta arrepentimiento, como sería usual en nuestra cultura, sino que suplica a su corazón que calle lo que sabe, ya que de alguna forma serían las propias divinidades las responsables últimas de sus actos.

¡Señor, dice uno ahora cuando estudia estas cosas, que sutiles eran los antiguos egipcios!

A nosotros, con todo lo modernos que somos, seguro que en el momento del Juicio Final no se nos ocurriría decirle a Dios:

“Cierto, Señor, sabes que fui un pecador, pero no puedes condenarme por ello, ya que realmente el responsable de mis pecados eres Tú, que inculcaste en mi cuerpo la semilla que permitió que yo actuara de esa forma y no de otra.”



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9 comentarios:

  1. Pues a mi lo que me sugiere esa costumbre egipcia no es otra cosa, que la constatación de que los corazones humanos tienen vida propia, así como cierta (si no bastante) independencia de sus dueños.

    Desde siempre (así parece ser por el “Libro de los muertos”) los corazones poco caso hacen a la cabeza, y cuando no, están reñidos con ella.


    Besos (me los dicta el corazón)

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  2. jajaja el caso es nunca ser cumplables de las cosas, siempre otro es el culpable, ¡mira que eso siempre lo llevo mal!!!

    Bueno yo intento tener el máximo equilibrio con mi mente y mi corazón, creo que no hay tanta diferencia como siempre se ha dicho, si tienes buenos pensamientos, sanos y buscas sentirte bien y ante todo, eso sentir, obtienes el equilibrio con el corazón, yo al menos así pienso y es lo que intento conseguir siempre.

    Me encantó lo expuesto como siempre, buen amigo, muchos besos.

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  3. Madre mía, querido amigo, cuantas cosas me quedan por aprender.

    Hoy ya he aprendido una nueva. Seguro que en algún momento supe de esta costumbre egipcia porque me suena, pero la di al olvido y hoy me ha sorprendido.

    Lo de la balanza, es terrrible ehhh, a todos les pesaría menos, claro.

    un beso

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  4. Vaya. Así que lo de atribuirle al corazón características que en realidad pertenecen al cerebro (o a la razón) viene desde entonces...

    Desde luego es una entrada realmente curiosa con la que he aprendido un montón.

    Muchas gracias.

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  5. Antiqva,
    es que esto de hacer el corazón el centro de todo...
    si ya nos lo decían los egipcios y qué poco caso...
    ... que bebemos y no sabemos nombrar con qué apagamos la sed... y luego a ver qué situamos en cada platillo de la balanza...
    Un fuerte abrazo y gracias otra vez por tanta sabiduría, Antiqva, y luz, que aquí siempre es de día..

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  6. Qué feliz debe ser el corazón cuando se le hace caso. Ahora, cuando se le contraría..., eso sí, él siempre a lo suyo.

    Tu entrada me ha recordado un poemilla de hace años, que tal vez lo ponga. Nada que ver con tu entrada, que siempre nos ilustra.

    Un abrazo

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  7. Algo más que me aportas para aprender. Interesante.

    Abrazos amigo.

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  8. Sigo pensando que los egipcios eran muy sabios.Sutiles y diplomáticos hasta para consigo mismos y sus cuerpos;auténticos templos de culto.
    Su meticulosa preparación para la "otra vida",los hacía cuidar cada ínfimo detalle, para llegado el momento de dar explicaciones,no incurrir en falta alguna.Y es que para ellos morir,era no hacerlo...
    Interesantísimo Antiqva.
    Besos.

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  9. Pues sería mucho más sincero, sin duda.
    La cantidad de mentirosos que habrás en la cola:

    "¿Has sido bueno en la Tierra, hijo mío?"

    "Emmm,
    pssí."

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Gracias, siempre, por tus palabras...