
De doctos labios recibieron ciencia
más de otros labios palpitantes, frescos,
bebieron del Amor, fuente sin fondo,
sabiduría.
Como en los troncos vivos de los árboles
de las aulas así en los muertos troncos(*)
grabó el Amor por manos juveniles
su eterna empresa.
Sentencias no hallaréis del Triboniano,
del Peripato no veréis doctrina,
ni aforismos de Hipócrates sutiles,
jugo de libros.
Allí Teresa, Soledad, Mercedes,
Carmen, Olalla, Concha, Blanca o Pura,
nombres que fueron miel para los labios,
brasa en el pecho.
Así bajo los ojos la divisa
del amor, redentora del estudio,
y cuando el maestro calla, aquellos bancos
dicen amores.
Oh, Salamanca, entre tus piedras de oro
aprendieron a amar los estudiantes
mientras los campos que te ciñen daban
jugosos frutos...
Miguel de Unamuno (Salamanca)
(*) Nos habla el autor de los troncos de madera de los bancos. Hasta tiempos no demasiado alejados las mesas de los estudiantes no eran sino troncos de árboles en los que el alumno apoyaba sus libros. En ese sentido, en la Universidad de Salamanca se ha podido conservar un aula tal y como era en los tiempos en que impartía sus clases Fray Luis de León. Allí todavía están grabados los nombres de las muchachas por las que aquellos estudiantes suspiraron de amor.
más de otros labios palpitantes, frescos,
bebieron del Amor, fuente sin fondo,
sabiduría.
Como en los troncos vivos de los árboles
de las aulas así en los muertos troncos(*)
grabó el Amor por manos juveniles
su eterna empresa.
Sentencias no hallaréis del Triboniano,
del Peripato no veréis doctrina,
ni aforismos de Hipócrates sutiles,
jugo de libros.
Allí Teresa, Soledad, Mercedes,
Carmen, Olalla, Concha, Blanca o Pura,
nombres que fueron miel para los labios,
brasa en el pecho.
Así bajo los ojos la divisa
del amor, redentora del estudio,
y cuando el maestro calla, aquellos bancos
dicen amores.
Oh, Salamanca, entre tus piedras de oro
aprendieron a amar los estudiantes
mientras los campos que te ciñen daban
jugosos frutos...
Miguel de Unamuno (Salamanca)
(*) Nos habla el autor de los troncos de madera de los bancos. Hasta tiempos no demasiado alejados las mesas de los estudiantes no eran sino troncos de árboles en los que el alumno apoyaba sus libros. En ese sentido, en la Universidad de Salamanca se ha podido conservar un aula tal y como era en los tiempos en que impartía sus clases Fray Luis de León. Allí todavía están grabados los nombres de las muchachas por las que aquellos estudiantes suspiraron de amor.