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martes, 20 de noviembre de 2007

EL AS DE BRONCE (II) – MERCENARIOS IBÉRICOS

Murallas ciclópeas de El Higuerón, que se integraban en el antiguo puerto fluvial de Celti (Peñaflor, Sevilla).
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Sólo podían avanzar aprovechando las ventajas de la noche y dado que se acercaba el momento del amanecer, una vez que cruzaron el Singilis, los hombres decidieron ocultarse en las oquedades de un pequeño barranco. Esperaban que los romanos estuvieran ocupados en la persecución de los africanos que se dirigían a Gadir, así como de los auxiliares ibéricos que en desbandada se habían encaminado en dirección a las sierras cercanas. Solo algún grupo marginal, como ellos, había decidido cruzar el Gran Río e intentaban atravesar las líneas enemigas por uno de sus flancos, sin duda menos vigilado, ya que realmente, en su marcha por los campos, lo que estaban haciendo no era huir de los hombres de Escipión, sino precisamente todo lo contrario, se internaban en el valle, penetrando en el interior de la región, buscando su refugio en Corduba.

Ocultos en la oquedad del barranco, los fugitivos durmieron durante toda la mañana, exhaustos como estaban por una jornada de combate y por otra posterior de huida enloquecida. Algo avanzada la tarde, tras comer una parte de las provisiones que llevaban, no pudieron sino debatir acerca de las pocas esperanzas de salvación que tenían. El griego intentaba darles ánimos:

- Amigos –les decía-, no os preocupéis demasiado, sois buenos guerreros y los romanos, sin duda, no tendrán inconveniente en admitiros en sus filas. Habéis luchado hasta ahora por Cartago; en el futuro, lo haréis por Roma. Pensad que Escipión precisa de hombres que le ayuden a consolidar la conquista de estas tierras. Si conseguís salvar la vida cuando los romanos os encuentren, una vez pasado ese primer momento de peligro, creo que tenéis asegurada la supervivencia. Orison, tu alcanzaste el rango de jefe en el ejército cartaginés y seguro que lo mantendrás en las tropas auxiliares romanas.

- Respecto a ti, mujer –prosiguió Eneas dirigiéndose a Símiles, la adivina, bien sabes por tu oficio que el futuro próximo que te espera no es demasiado halagüeño. Todo sugiere que los hombres de Escipión, menos refinados que los africanos, no te respetarán del mismo modo que hicieron estos. Sin duda, cuando nos apresen, te esperan momentos difíciles, pero debes ser consciente de ello y ser capaz de aguantar; si lo haces, conservarás la vida y pronto las aguas revueltas volverán a su cauce; entonces, podrás retornar a Kastilo, la ciudad donde naciste.

- ¿Y que me dices de ti, Eneas, que futuro te espera a ti?, preguntó Orison.

- Todos sabemos, habló el de Corinto, que los romanos son especialmente crueles con los mercenarios helenos o asiáticos que luchan a favor de sus enemigos. Precisan el apoyo de las tribus locales y a vosotros, amigos turdetanos, os perdonarán la vida, pero en mi caso –como bien sabe esa adivina- me espera una muerte segura. No existe en mi caso posibilidad de redención. Mi apoyo a la causa de los africanos se me castigará con la muerte.

- Por eso, prosiguió Eneas, quiero deciros algo: cuando, finalmente, nos encuentren los hombres de Escipión y yo llegue a mi fin deseo que cuando queméis mi cuerpo, y enterréis mis cenizas en Corduba, vuestra ciudad, me hagáis el inmenso favor de colocar sobre ella una inscripción que diga:

“A Eneas, hombre bueno y prudente, está dedicada esta tumba en la que se tributan honras fúnebres a su cuerpo mortal. Pero no a su corazón inmortal, que se alzó hasta la morada de los Felices, pues el alma vive siempre, la que procura la vida y de los dioses desciende. Contened, pues, amigos, vuestros lamentos. El cuerpo es túnica del alma, así que venerad al dios que hay en mí.”

1 comentario:

  1. “A Eneas, hombre bueno y prudente, está dedicada esta tumba en la que se tributan honras fúnebres a su cuerpo mortal. Pero no a su corazón inmortal, que se alzó hasta la morada de los Felices, pues el alma vive siempre, la que procura la vida y de los dioses desciende. Contened, pues, amigos, vuestros lamentos. El cuerpo es túnica del alma, así que venerad al dios que hay en mí.”

    Hasta el epitafio es esperanzador, como buen líder de grupo, pero ya me da escalofríos la historia, entre la adivina, los guerreros cansados y la muerte. No falta un solo detalle...

    Tienes un don para escribir....no quieres hacer un taller literario online con nosotros los bloggeros que te seguimos??? a mí me gustaría.
    Abrazos!!!!

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