Los monjes cistercienses,
laboriosos, en el huerto,
podando están los naranjos.
Yo, en mi ensueño,
a lo lejos, contemplo
las formas de los brotes
que cortados por sus hierros,
a la tierra,
van cayendo.
¡Monjes de las Escalonias!,
¡amigos viejos del Cielo!,
enseñanzas me brindáis,
sin ni siquiera saberlo.
Quisiera yo,
como vosotros,
podar mi alma,
y de todo lo estéril
liberarla.
Podarla de lo malo,
de lo que vale nada,
de los enfados,
de los enojos
y dejarla entonces
como los naranjos:
fuertes,
vigorosos.
laboriosos, en el huerto,
podando están los naranjos.
Yo, en mi ensueño,
a lo lejos, contemplo
las formas de los brotes
que cortados por sus hierros,
a la tierra,
van cayendo.
¡Monjes de las Escalonias!,
¡amigos viejos del Cielo!,
enseñanzas me brindáis,
sin ni siquiera saberlo.
Quisiera yo,
como vosotros,
podar mi alma,
y de todo lo estéril
liberarla.
Podarla de lo malo,
de lo que vale nada,
de los enfados,
de los enojos
y dejarla entonces
como los naranjos:
fuertes,
vigorosos.
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