Apertura f/5,6
Tiempo de exposición 1/40 segundos
Velocidad ISO - 500
Distancia focal 105 mm.
Compensación de la exposición -0,70
“Cuando sus amigas hablaban de amor, de los hombres a los que habían amado, Ottilie se ponía tristona: ¿Cómo os enteráis de que os habéis enamorado?, les preguntaba. Ah, decía Rosita, con mirada desfalleciente, es como si te hubiesen echado pimienta en el corazón, como si unos pececillos nadaran por tus venas. Ottilie decía que no con la cabeza; si Rosita estaba diciendo la verdad, ella no había estado nunca enamorada, porque jamás había sentido nada parecido por ninguno de los hombres que frecuentaban la casa.
Esto la turbaba de tal manera que finalmente decidió ir a consultar a un
houngan que vivía en las colinas que dominaban la ciudad. A diferencia de sus
amigas, Ottilie no había clavado ninguna imagen cristiana en las paredes de su
habitación; no creía en Dios, sino en muchos dioses: los de la comida, de la
luz, de la muerte, de la ruina. El houngan estaba en contacto con esos dioses;
guardaba sus secretos en el altar, alcanzaba a oír sus voces en el ruido de las
calabazas, podía dispensar sus poderes por medio de ciertas pócimas. Hablando a
través de los dioses, el houngan le transmitió este mensaje: tienes que cazar
una abeja, le dijo, y retenerla dentro de la mano… Si no te clava su aguijón,
llegará el día en que sabrás que has encontrado el amor.
Cuando regresaba a casa se acordó de Mr. Jamison. Era un norteamericano
cincuentón que tenía algo que ver con unas obras de ingeniería. Los brazaletes
de oro que tintineaban en sus brazos eran regalos de él, y, mientras pasaba
junto a una valla nevada de madreselva, Ottilie se preguntó si no estaría al
fin y al cabo enamorada de Mr. Jamison. Negras abejas revoloteaban por la
madreselva. De un valiente manotazo, Ottilie cazó una abeja que dormitaba en
una flor. Su aguijonazo fue como un golpe que la tumbó de rodillas; y así,
arrodillada y llorando, permaneció hasta que llegó un momento en que ya no supo
si la abeja le había picado en la mano o en los ojos…
Truman Capote, Una casa de flores.
Wonderful shot!
ResponderEliminarCinzia
Delicioso y simpático fragmento del gran Capote, acompañado de maravillas por tu foto (¡qué bella es!)
ResponderEliminarConfesión de parte: fui a buscar el significado de "houngan", muuuuy interesante este término creole!
Muchas Gracias querido amigo! Mi abrazo de siempre.
Pimienta en el corazón bella expresión, tan bella como esa imagen, perfecta.
ResponderEliminarUn abrazo artistazo.
Bella historia jamas lei nada de Capote lo conosco por su best seller "A sangre fria".....
ResponderEliminarEl amor emerge cuando las almas se encuentran y al mirarse se reconocen una en la otra, seguramente este amor está presente haciendo de espejo mutuo, de identificación y encuentro íntimo, profundamente.
Divina naturaleza que nos muestras en tu fantástica fotografía, me llega su luz, como esetriste pero precioso instante relatado.
ResponderEliminarHay que tener mucho valor para dejarse picar por una abeja!! ;)
Besitos, mago!!
La imagen impactante, bellísima y muy bien seleccionado el fragmento de T. Capote una delicia de lectura.
ResponderEliminarFeliz fin de semana :)
Me he enamorado de esa fotografía ¡¡¡y sin necesidad de aguijones!!! ;)
ResponderEliminarun abrazo, poeta de la imagen.