Tiempo de exposición 1/250 segundos
Velocidad ISO - 200
Distancia focal 22 mm.
Compensación de la exposición -0,70
HDR
La comitiva de automóviles había regresado a Madrid por la carretera de Extremadura y al paso del viejo General, los cañones ligeros del Regimiento de Artillería “Tercios de Flandes” habían disparado salvas de artificio en su honor. Volvía de inaugurar la ampliación de los talleres del ferrocarril de una ciudad de provincias y estaba previsto que en la Plaza Mayor los ciudadanos le brindaran un acto de homenaje. Ahora, en un clamor de ovaciones, la comitiva estaba recorriendo la calle de Alcalá, que se mostraba custodiada por una legión de policías.
Acabado el acto de la Plaza Mayor, cuando se dirigía al Mercedes blindado de lunas tintadas, el General reparó en que sus manos, como tantas otras veces desde los tiempos de la guerra, estaban manchadas de sangre. Alzó su mirada a la multitud que lo aclamaba y reparó en un niño que aplaudía con entusiasmo. Se acercó a él y mientras le acariciaba el pelo con sus manos, le dirigió unas palabras:
-Muchacho, que serás de mayor…
El niño se cuadró antes de contestar. No dudó en la respuesta:
-Mi General, cuando sea mayor quiero ser Virrey del Perú o Nuncio Apostólico de su Santidad.
El viejo General, levemente perplejo, miró al niño. No dijo nada. Después, mientras se alejaba, ordenó a uno de sus ayudantes:
-Comandante Casado, asegúrese de que ese niño recibe estudios…
Dos años después, envidiado por las gentes del barrio, el niño ingresó en el Instituto Nacional de Bachillerato. La vida se abría ante él. Habrían de venir luego los tiempos de la Universidad, de la Escuela Diplomática de Roma y del Seminario de Órdenes Mayores de Toledo.
Para entonces, todos sabían que el niño nunca había podido quitarse del todo los restos de sangre que el viejo General, cuando se limpió las manos, había dejado impregnados en sus cabellos.
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- Esta fotografía la hice en Madrid, hace cosa de un año, desde la terraza del Círculo de Bellas Artes, en la calle de Alcalá.
Che spettacolo!
ResponderEliminarCinzia
Por más que los santifiquen... uno debería arrepentirse con las dos manos... si no, el rastro es indeleble. Y se peca tanto por comisión como por omisión.
ResponderEliminarBuen y oportuno texto!
De las fotos, ¿qué te voy a decir que no te haya dicho ya?
Abrazote.
La historia nos ha enseñado que ambas "órdenes", la militar y la religiosa, fueron, son y serán, un solo ente.
ResponderEliminarLa imagen tan bella como todas las tuyas, espectacular.
Un abrazo y tu cafelito.
Excelente toma y bien acompañada por el texto o.......¿viceversa? Abrazos desde Sevilla.
ResponderEliminarImpresionante el relato, así son las dictaduras, la sangre siempre estará en medio.
ResponderEliminarTu foto, espléndida.
Un abrazo admirado.
Una fotografía magnífica, y no menos magnífico el relato que le sigue.
ResponderEliminarUn abrazo amigo
Hola amigo
ResponderEliminarSe me ha erizado la piel al leer el relato,,
La foto hermosa!!
Un abrazo
Preciosa fotografía, como lo es el relato, es majestuoso.
ResponderEliminarUn beso ANTIQVA
Magnífica foto y precioso texto.
ResponderEliminarHe pasado a saludarte. Un besico.
Hola de nuevo; ANTIQVUA
ResponderEliminarAyer cuando te leí me acordé de un libro de Herta Muller: La bestia del corazón.
Tal vez pienses que no tiene mucho que ver con tu texto, aunque guerras y dictaduras van muchas veces, o casi siempre de la mano.
te dejo un fragmento
" Cuando callamos, nos tornamos desagradables, dijo Edgar. Cuando
hablamos, nos tornamos ridículos.
Llevábamos demasiado rato en el suelo, delante de las fotos. Se me
habían dormido las piernas de estar sentada.
Con las palabras en la boca aplastamos tantas cosa como con los pies
sobre la hierba. Pero también con el silencio.
Edgar guardó silencio.
Aún no puedo imaginarme una tumba. Sólo un cinturón, una ventana, una
nuez y una soga. Cada muerte es para mí como un saco.
Si te oyen decir eso, dijo Edgar, te tomarían por loca.
Y cuando pienso en ello, tengo la sensación de que cada muerto deja
tras de sí un saco repleto de palabras. Siempre me acuden a la mente
el barbero y la tijera de manicura, porque los muertos ya no los
necesitan. Y también se me ocurre que los muertos ya nunca más
perderán un botón.
Tal vez intuyen cosas distintas a nosotros, dijo Edgar, quizás intuyen
que el dictador es un error.
Poseían la prueba, pues también nosotros éramos un error para nosotros
mismos. Porque en este país nos veíamos obligados a andar, comer,
dormir y amar con miedo hasta que volvíamos a necesitar al peluquero y
la tijera de la manicura.
Alguien que sólo por el hecho de andar, comer, dormir y amar hace
cementerios, dijo Edgar, es un error aún mayor que nosotros. Es un
error para todos, un error dominante.
La hierba despunta sobre la cabeza. Cuando hablamos queda segada. Pero
también cuando callamos. Y entonces, la segunda y la tercera hierba
crecen a su antojo. Y pese a todo, somos afortunados. "
Un abrazo
La fotografía es de una limpieza... me gusta mucho, contrasta mucho con esas manchas de sangre que nunca terminan de lavarse...
ResponderEliminarUn abrazo
Nada más que ver la fotografía reconocí la hermosa calle de Alcalá.
ResponderEliminarTremendo texto para una deliciosa fotografía.
Espero que disfrutes de un buen fin de semana.
Besos
http://ventanadefoto.blogspot.com.es/
Le contagió al niño la sangre con su mano criminal en la inocente cabeza, hay roces que envenenan.
ResponderEliminarMe enamora esta vista de Madrid, espero verla, más o menos, la semana que viene.
Besito.
Tienes un blog precioso. Saludos.
ResponderEliminarHola de nuevo; amigo:
ResponderEliminarGracias por tus palabras, eres muy amable
Feliz fin de semana
Un abrazo
Uyyy cuánto tiempo sin ir por los madriles!!
ResponderEliminarCuántos recuerdos con tu foto!!
En fin, qué decir del texto? ... la sangre no desaparece nunca porque es dolor.
Aferradetes, amic meu i bon cap de setmana!! :)
Pues es una maravilla de fotografía, Antiqua!! Y el relato...duro, muy duro...quedarse con las manos manchadas de sangre, que uno mismo no ha provocado pero que quedan para siempre Uff! Qué dura se presenta la supervivencia, amigo.
ResponderEliminarBesos,
Buena toma urbana y muy limpia, y bien elegido el sitio para hacerla, estuve hace poco en la misma terraza y también saque varias fotos.
ResponderEliminarSaludos.
Me gusta la foto, Un beso.
ResponderEliminarAmigo ANTIQVA...Me esperaba un final igual o parecido, tanproto leí.
ResponderEliminarEl General reparó en que sus manos, estaban manchadas de sangre, se acercó a él y mientras le acariciaba el pelo con sus manos.
Ahí es cuendo el final me vino a la mente.
Texto para reflexionar y foto maravillosa con en ese enfoque detallado en esa cúpula, un conjunto precioso, no paso muy seguido pero cuando lo hago disfruto de todo lo que nos regalas.
Un abrazo.
Ambar
Hay textos que permanecen en el tiempo,la imagen hermosa,Madrid siempre en mi corazon.
ResponderEliminarEsos edificios parecen de muñecas o tortas decoradas y comestibles.
ResponderEliminarUn texto sugestivo y muy hispano. Creo que nuestras raíces latinas y católicas nos hacen ser muy culposos. Un anglosajón los convertiría en héroes, al general y al niño. ¿No es para meditarlo, amigo?
Cordiales saludos.