Cuando se despertó, el hombre inmóvil se sintió confuso. No entendía lo que estaba pasando. No comprendía porqué no estaba en su cama, que es donde debía estar, sino en uno de los paseos del Parque Central de su ciudad. Se veía subido en un pedestal, vestía una extraña casaca y estaba todo él, salvo los ojos y los labios, repintado de purpurina. ¿Qué le estaba pasando? Solo unos instantes después tomó conciencia de que estaba pidiendo una limosna a los turistas que paseaban indolentes a su lado. Quiso entonces bajarse pero se dio cuenta de que no podía moverse. Algo lo tenía inmovilizado. “Quizás, se dijo, solo tenga que esperar a que alguien me eche una moneda. Entonces, recuperaré mis movimientos, escaparé de un salto y volveré a casa.” Con sus ojos, que era la única parte de su cuerpo que podía mover, echó un vistazo a la gorra que estaba expuesta en el suelo. Calculó que había unas quince monedas. Unos doce euros. Suficiente para tomar un taxi y huir de allí tan pronto como al tintineo de una nueva moneda le devolviera los movimientos. Pero eso no sucedió. Los turistas pasaban a su lado pero ni siquiera lo miraban. Parecía que no veían al hombre inmóvil. Era como si él no estuviera allí y este pensamiento hacía que se sintiera cada vez más angustiado. A pesar de que lo intentaba una y otra vez era incapaz de moverse. Estaba anocheciendo y nadie mostraba interés en él. Las horas pasaban y el hombre inmóvil estaba más angustiado a cada instante. Sus enrojecidos ojos mostraban el temor que lo embargaba.
A las once y media de la noche, cuando ya nadie paseaba por el parque, las luces se apagaron y todo quedó sumido en la oscuridad. Para entonces, sus ojos lloraban. Si hubiera podido hablar, habría chillado hasta enronquecer pero no podía hacerlo. El hombre inmóvil estaba solo. El mundo se había desentendido de él.
A eso de las cuatro de la madrugada, cuando estaba exhausto, fue cuando tomó conciencia de que lo que estaba viviendo no podía ser real. En un instante, pleno de gozo, su mente pareció despertar y descubrió al fin que todo tenía que ser una pura fantasía. Lo que sucedía, sin duda, era que él seguía durmiendo. Estaba, simplemente, soñando. Eso es lo que pasaba, todo era una pesadilla, y se sintió feliz ante esa esperanza. “Tengo que despertar, pensó. Todo es un sueño, solo es un mal sueño.” Pero no pudo hacerlo. El hombre inmóvil, por más que lo intentó, no pudo despertar. Y lo que él pensaba que era una pesadilla prosiguió.
Sus ojos solo se abrieron, al fin, a las 6.30 de la mañana, cuando, como todos los días, mecánicamente puntual, el reloj le sobresaltó con su chirriante sonido.
Que texto tan hermoso amigo!!
ResponderEliminarLa fotografía ( como siempre genial)
-- menudo mérito ehhh estar así horas y horas
Buena semana
Un abrazo
El relato genial y la foto tremenda, se sale!!
ResponderEliminarUn abrazo
Buen retrato, más que de un personaje, de una situación. El texto muy bueno y adecuado para reforzar la sensación de angustia que provoca de por sí la imagen.
ResponderEliminarUn abrazo,
En primer lugar, pedirte disculpas por mi tardanza en la visita, pus dispongo de poco tiempo últimamente.
ResponderEliminarAhora en cuanto al comentario sobre tus trabajos fotográficos y textos son inmejorables.
En esta última publicación:
Texto sublime e imagen extraordinaria, por lo que solo que transmitirte una gran felicitación.
Enhorabuena, un abrazo y hasta muy pronto.........
Tras mirar este excelente retrato y pasar a leer el relato, he quedado gratamente sorprendida por la perfecta armonía que hay entre ambos.
ResponderEliminarBesos
Este a sido un muy mal sueño, una de esas pesadillas que no se olvidan en mucho tiempo, pero que nos ha dejado un retrato magnifico...algo tenia que tener bueno!
ResponderEliminarSAludos.
El relato lleva una carga de angustia vital de las que hacen bucle al final, pues cuando sientes que es un sueño sigue la pesadilla de no poder despertar. ¡Qué terrible! y qué bien logrado.
ResponderEliminarBesos
Inmóvil e inmortalizado para la posteridad lo has dejado con este fabuloso retrato, la limpieza y la resolución son asombrosas. Muy buen trabajo.
ResponderEliminarSaludos.
thanks google for the words !
ResponderEliminarand thank you for that photo ! a fantastic portrait !
nobody can see dreamers but you
Jo, que fotón!!!
ResponderEliminarFelicidades, amigo.
Un beso
Bonito texto y excelente retrato, muy nitido y con unas estupendas texturas, saludos.
ResponderEliminarImpresionante texto y la fotografía, preciosa.
ResponderEliminarBesos ANTIQVA
ResponderEliminarHoy tu historia supera la fotografía... si ello fuera posible.
Tu hombre inmóvil, en alguna parte del sueño, creyó estar en El Mago de Oz.
... al despertar se encontró con su magnífica fotografía. La tuya.
· Un abrazo
· LMA · & · CR ·
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ResponderEliminarMenudo conjunto de texto e imagen. Me quitaría el sombrero pero no se que me pasa que no me puedo mover. ;)
ResponderEliminarPrecioso y entretenido relato. Me ha encantado,así como la fotografía del quiestista. Un buen conjunto, sí señor!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo :)
Angustioso relato, con una imagen que casa a la perfección con la escritura.
ResponderEliminarEnhorabuena, Antiqva.
Un abarzo.
Relato muy byeno... Estupenda imagen... Un saludo desde murcia
ResponderEliminarHermoso conjunto, tanto texto como fotografía.-
ResponderEliminarQué suerte que despertó¡¡
ResponderEliminarBesos.
Blanco y plata , con tintes de rojo, lindo contraste en la imagen¡¡¡
Estupendo el relato, Antiqua.
ResponderEliminarA mí esta gente me produce mucha tristeza, horas y horas sin moverse para sacar una perrillas apenas, haga frío o calor.
Un abrazo, la foto es fantástica.
Yo no era mucho de retratos, pero poco a poco voy descubriendo la magia que transmiten... Este es un ejemplo de lo que un día me gustaría hacer a mi.
ResponderEliminarSaludos.
Impresionante!!!...la calidad de esta imagen junto a lo que transmite, y atendiendo a ese maravilloso texto, hacen que uno deba quitarse el sombrero...enhorabuena, amigo mío!!!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo!!! ;)
Wow, menuda foto, magnífica, y excelente relato.
ResponderEliminarAmbos nos hablan de esa soledad que nos habita de esa indiferencia que nos rodea.
Menos mal del final feliz, en algún momento pensé que a las 6:30 alguien alerta por teléfono que el mimo del paseo no se mueve al tintineo de la moneda, que sus ojos enrojecidos están fijos.
Un beso,